25 feb 2009

El ejercicio de la prudencia: cualidades, presupuestos, formas



Santo Tomás de Aquino, Fra Bartolommeo di Pagholo

El ejercicio de la prudencia


La prudencia capacita para tomar decisiones coherentes, con realismo y sentido de responsabilidad respecto a las consecuencias de las propias acciones. La visión, muy difundida, que identifica la prudencia con la astucia, el cálculo utilitarista, la desconfianza, o incluso con la timidez y la indecisión, está muy lejos de la recta concepción de esta virtud, propia de la razón práctica, que ayuda a decidir con sensatez y valentía las acciones a realizar, convirtiéndose en medida de las demás virtudes. La prudencia ratifica el bien como deber y muestra el modo en el que la persona se determina a cumplirlo (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1806). Es, en definitiva, una virtud que exige el ejercicio maduro del pensamiento y de la responsabilidad, con un conocimiento objetivo de la situación y una recta voluntad que guía la decisión.


El ejercicio de la prudencia comporta un itinerario formativo para adquirir las cualidades necesarias:

§ la «memoria» como capacidad de retener las propias experiencias pasadas de modo objetivo, sin falsificaciones [1];
§ la «docilitas» (docilidad), que es la capacidad de dejarse instruir y sacar provecho de la experiencia ajena, sobre la base del auténtico amor por la verdad [2];
§ la «solertia» (solercia), es decir, la habilidad para afrontar los imprevistos actuando de forma objetiva, para orientar cualquier situación al servicio del bien, venciendo las tentaciones de la intemperancia, la injusticia, la vileza [3].

Estas condiciones de tipo cognoscitivo permiten desarrollar los presupuestos necesarios para el momento de la toma de decisiones:

§ la «providentia» (previsión), que es la capacidad de valorar la eficacia de un comportamiento en orden al logro del fin moral [4], y
§ la «circumspectio» (circunspección) o capacidad de valorar las circunstancias que concurren a constituir la situación en la que se ejerce la acción [5].

La prudencia se especifica, en el ámbito de la vida social, en dos formas particulares:

§ la prudencia «regnativa», es decir, la capacidad de ordenar las cosas hacia el máximo bien de la sociedad [6], y
§ la prudencia «politica» que lleva al ciudadano a obedecer, secundando las indicaciones de la autoridad [7], sin comprometer la propia dignidad de persona [8].

Notas

[1] Cf. Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, II-II, q. 49, a. 1: Ed. Leon. 8, 367.
[2] Cf. Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, II-II, q. 49, a. 3: Ed. Leon. 8, 368-369.
[3] Cf. Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, II-II, q. 49, a. 4: Ed. Leon. 8, 369-370.
[4] Cf. Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, II-II, q. 49, a. 6: Ed. Leon. 8, 371.
[5] Cf. Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, II-II, q. 49, a. 7: Ed. Leon. 8, 372.
[6] Cf. Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, II-II, q. 50, a. 1: Ed. Leon. 8, 374.
[7] Cf. Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, II-II, q. 50, a. 2: Ed. Leon. 8, 375.
[8] Cf. Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, II-II, qq. 47-56: Ed. Leon. 8, 348-406.

Fuente

Pontificio Consejo «Justicia y Paz», Compendio de la Doctrina social de la Iglesia (25 de febrero de 2005).

***