5 jun 2017

Magisterium authenticum




Acta Francisci Pp., Acta Apostolicae Sedis – Commentarium Officiale 108 [2016] pp. 1074

Summus Pontifex decernit ut duo Documenta quae praecedunt edantur per publicationem in situ electronico Vaticano et in Actis Apostolicae Sedis, velut Magisterium authenticum.

Ex Aedibus Vaticanis, die V mensis Iunii anno MMXVII

Petrus Card. Parolin
Secretarius Status


Ad Excellentissimum Dominum Sergium Alfredum Fenoy, delegatum Regionis Pastoralis Bonaërensis, necnon adiunctum documentum (de praecipuis rationibus usui capitis VIII Adhortationis post-synodalis “Amoris Laetitia”).

CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS OBISPOS DE LA REGIÓN PASTORAL DE BUENOS AIRES
EN RESPUESTA AL DOCUMENTO
"CRITERIOS BÁSICOS PARA LA APLICACIÓN DEL CAPÍTULO VIII DE LA AMORIS LAETITIA"

Mons. Sergio Alfredo Fenoy
Delegado de la Región Pastoral Buenos Aires

Querido hermano:

Recibí el escrito de la Región Pastoral Buenos Aires “Criterios básicos para la aplicación del capítulo VIII de Amoris laetitia”. Muchas gracias por habérmelo enviado; y los felicito por el trabajo que se han tomado: un verdadero ejemplo de acompañamiento a los sacerdotes... y todos sabemos cuánto es necesaria esta cercanía del obispo con su clero y del clero con el obispo. El prójimo “más prójimo” del obispo es el sacerdote, y el mandamiento de amar al prójimo como a sí mismo comienza, para nosotros obispos, precisamente con nuestros curas.

El escrito es muy bueno y explícita cabalmente el sentido del capítulo VIII de Amoris laetitia. No hay otras interpretaciones. Y estoy seguro de que hará mucho bien. Que el Señor les retribuya este esfuerzo de caridad pastoral.

Y es precisamente la caridad pastoral la que nos mueve a salir para encontrar a los alejados y, una vez encontrados, a iniciar un camino de acogida, acompañamiento, discernimiento e integración en la comunidad eclesial. Sabemos que esto es fatigoso, se trata de una pastoral “cuerpo a cuerpo” no satisfecha con mediaciones programáticas, organizativas o legales, si bien necesarias. Simplemente: acoger, acompañar, discernir, integrar. De estas cuatro actitudes pastorales la menos cultivada y practicada es el discernimiento; y considero urgente la formación en el discernimiento, personal y comunitario, en nuestros Seminarios y Presbiterios.

Finalmente quisiera recordar que Amoris laetitia fue el fruto del trabajo y la oración de toda la Iglesia, con la mediación de dos Sínodos y del Papa. Por ello les recomiendo una catequesis completa de la Exhortación que ciertamente ayudará al crecimiento, consolidación y santidad de la familia.

Nuevamente les agradezco el trabajo hecho y los animo a seguir adelante, en las diversas comunidades de las diócesis, con el estudio y la catequesis de Amoris laetitia.

Por favor, no se olviden de rezar y hacer rezar por mí.

Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide.

Fraternalmente,

Vaticano, 5 de septiembre de 2016

FRANCISCUS PP.






REGIÓN PASTORAL BUENOS AIRES

Criterios básicos para la aplicación del capítulo VIII de Amoris laetitia

Estimados sacerdotes:

Recibimos con alegría la exhortación Amoris laetitia, que nos llama ante todo a hacer crecer el amor de los esposos y a motivar a los jóvenes para que opten por el matrimonio y la familia. Esos son los grandes temas que nunca deberían descuidarse ni quedar opacados por otras cuestiones. Francisco ha abierto varias puertas en la pastoral familiar y estamos llamados a aprovechar este tiempo de misericordia, para asumir como Iglesia peregrina la riqueza que nos brinda la Exhortación Apostólica en sus distintos capítulos.

Ahora nos detendremos solo en el capítulo VIII, dado que hace referencia a “orientaciones del Obispo” (300) en orden a discernir sobre el posible acceso a los sacramentos de algunos “divorciados en nueva unión”. Creemos conveniente, como Obispos de una misma Región pastoral, acordar algunos criterios mínimos. Los ofrecemos sin perjuicio de la autoridad que cada Obispo tiene en su propia Diócesis para precisarlos, completarlos o acotarlos.

l) En primer lugar recordamos que no conviene hablar de “permisos” para acceder a los sacramentos, sino de un proceso de discernimiento acompañado por un pastor. Es un discernimiento “personal y pastoral” (300).

2) En este camino, el pastor debería acentuar el anuncio fundamental, el kerygma, que estimule o renueve el encuentro personal con Jesucristo vivo (cf. 58).

3) El acompañamiento pastoral es un ejercicio de la “via caritatis”. Es una invitación a seguir “el camino de Jesús, el de la misericordia y de la integración” (296). Este itinerario reclama la caridad pastoral del sacerdote que acoge al penitente, lo escucha atentamente y le muestra el rostro materno de la Iglesia, a la vez que acepta su recta intención y su buen propósito de colocar la vida entera a la luz del Evangelio y de practicar la caridad (cf. 306).

4) Este camino no acaba necesariamente en los sacramentos, sino que puede orientarse a otras formas de integrarse más en la vida de la Iglesia: una mayor presencia en la comunidad, la participación en grupos de oración o reflexión, el compromiso en diversos servicios eclesiales, etc. (cf. 299).

5) Cuando las circunstancias concretas de una pareja lo hagan factible, especialmente cuando ambos sean cristianos con un camino de fe, se puede proponer el empeño de vivir en continencia. Amoris laetitia no ignora las dificultades de esta opción (cf. nota 329) y deja abierta la posibilidad de acceder al sacramento de la Reconciliación cuando se falle en ese propósito (cf. nota 364, según la enseñanza de san Juan Pablo II al Cardenal W. Baum, del 22/03/1996).

6) En otras circunstancias más complejas, y cuando no se pudo obtener una declaración de nulidad, la opción mencionada puede no ser de hecho factible. No obstante, igualmente es posible un camino de discernimiento. Si se llega a reconocer que, en un caso concreto, hay limitaciones que atenúan la responsabilidad y la culpabilidad (cf. 301-302), particularmente cuando una persona considere que caería en una ulterior falta dañando a los hijos de la nueva unión, Amoris laetitia abre la posibilidad del acceso a los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía (cf. notas 336 y 351). Estos a su vez disponen a la persona a seguir madurando y creciendo con la fuerza de la gracia.

7) Pero hay que evitar entender esta posibilidad como un acceso irrestricto a los sacramentos, o como si cualquier situación lo justificara. Lo que se propone es un discernimiento que distinga adecuadamente cada caso. Por ejemplo, especial cuidado requiere “una nueva unión que viene de un reciente divorcio” o “la situación de alguien que reiteradamente ha fallado sus compromisos familiares” (298). También cuando hay una suerte de apología o de ostentación de la propia situación “como si fuese parte del ideal cristiano” (297). En estos casos más difíciles, los pastores debemos acompañar con paciencia procurando algún camino de integración (cf. 297, 299).

8) Siempre es importante orientar a las personas a ponerse con su conciencia ante Dios, y para ello es útil el “examen de conciencia” que propone Amoris laetitia 300, especialmente en lo que se refiere a “cómo se han comportado con sus hijos” o con el cónyuge abandonado. Cuando hubo injusticias no resueltas, el acceso a los sacramentos es particularmente escandaloso.

9) Puede ser conveniente que un eventual acceso a los sacramentos se realice de manera reservada, sobre todo cuando se prevean situaciones conflictivas. Pero al mismo tiempo no hay que dejar de acompañar a la comunidad para que crezca en un espíritu de comprensión y de acogida, sin que ello implique crear confusiones en la enseñanza de la Iglesia acerca del matrimonio indisoluble. La comunidad es instrumento de la misericordia que es “inmerecida, incondicional y gratuita” (297).

10) El discernimiento no se cierra, porque “es dinámico y debe permanecer siempre abierto a nuevas etapas de crecimiento y a nuevas decisiones que permitan realizar el ideal de manera más plena” (303), según la “ley de gradualidad” (295) y confiando en la ayuda de la gracia.

Somos ante todo pastores. Por eso queremos acoger estas palabras del Papa: “Invito a los pastores a escuchar con afecto y serenidad, con el deseo sincero de entrar en el corazón del drama de las personas y de comprender su punto de vista, para ayudarles a vivir mejor y a reconocer su propio lugar en la Iglesia” (312).

Con afecto en Cristo.

Los Obispos de la Región
5 de septiembre de 2016


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4 jun 2017

Inbild des Kosmos



Inbild des Kosmos

Una antigua leyenda judía tomada del libro apócrifo „Das Leben Adams und Evas“ «La vida de Adán y Eva» cuenta que Adán, en la enfermedad que le llevaría a la muerte, mandó a su hijo Set, junto con Eva, a la región del Paraíso para traer el aceite de la misericordia, de modo que le ungiesen con él y sanara. Después de tantas oraciones y llanto de los dos en busca del árbol de la vida, se les apareció el arcángel Miguel para decirles que no conseguirían el óleo del árbol de la misericordia, y que Adán tendría que morir. Algunos lectores cristianos han añadido posteriormente a esta comunicación del arcángel una palabra de consuelo. El arcángel habría dicho que, después de 5.500 años, vendría el Rey bondadoso, Cristo, el Hijo de Dios, y ungiría con el óleo de su misericordia a todos los que creyeran en él:

„Das Öl der Barmherzigkeit wird von Ewigkeit zu Ewigkeit denen zuteil werden, die aus Wasser und Heiligem Geist wiedergeboren werden müssen. Dann fährt der liebreiche Sohn Gottes, Christus, in die Erde hinunter und führt deinen Vater ins Paradies, zum Baum der Barmherzigkeit.“

«El óleo de la misericordia se dará de eternidad en eternidad a cuantos renaciesen por el agua y el Espíritu Santo. Entonces, el Hijo de Dios, rico en amor, Cristo, descenderá en las profundidades de la tierra y llevará a tu padre al Paraíso, junto al árbol de la misericordia».

En esta leyenda puede verse toda la aflicción del hombre ante el destino de enfermedad, dolor y muerte que se le ha impuesto. Se pone en evidencia la resistencia que el hombre opone a la muerte. En alguna parte —han pensado repetidamente los hombres— deberá haber una hierba medicinal contra la muerte. Antes o después, se deberá poder encontrar una medicina, no sólo contra esta o aquella enfermedad, sino contra la verdadera fatalidad, contra la muerte. En suma, debería existir la medicina de la inmortalidad. También hoy los hombres están buscando una sustancia curativa de este tipo. También la ciencia médica actual está tratando, si no de evitar propiamente la muerte, sí de eliminar el mayor número posible de sus causas, de posponerla cada vez más, de ofrecer una vida cada vez mejor y más longeva. Pero, reflexionemos un momento: ¿qué ocurriría realmente si se lograra, tal vez no evitar la muerte, pero sí retrasarla indefinidamente y alcanzar una edad de varios cientos de años? ¿Sería bueno esto? La humanidad envejecería de manera extraordinaria, y ya no habría espacio para la juventud. Se apagaría la capacidad de innovación y una vida interminable, en vez de un paraíso, sería más bien una condena. La verdadera hierba medicinal contra la muerte debería ser diversa. No debería llevar sólo a prolongar indefinidamente esta vida actual. Debería más bien transformar nuestra vida desde dentro. Crear en nosotros una vida nueva, verdaderamente capaz de eternidad, transformarnos de tal manera que no se acabara con la muerte, sino que comenzara en plenitud sólo con ella. Lo nuevo y emocionante del mensaje cristiano, del Evangelio de Jesucristo era, y lo es aún, esto que se nos dice: sí, esta hierba medicinal contra la muerte, este fármaco de inmortalidad existe. Se ha encontrado. Es accesible. Esta medicina se nos da en el Bautismo. Una vida nueva comienza en nosotros, una vida nueva que madura en la fe y que no es truncada con la muerte de la antigua vida, sino que sólo entonces sale plenamente a la luz.

Ante esto, algunos, tal vez muchos, responderán: ciertamente oigo el mensaje, sólo que me falta la fe. Y también quien desea creer preguntará: ¿Es realmente así? ¿Cómo nos lo podemos imaginar? ¿Cómo se desarrolla esta transformación de la vieja vida, de modo que se forme en ella la vida nueva que no conoce la muerte? Una vez más, un antiguo escrito judío puede ayudarnos a hacernos una idea de ese proceso misterioso que comienza en nosotros con el Bautismo. En él, se cuenta cómo el antepasado Henoc fue arrebatado por Dios hasta su trono. Pero él se asustó ante las gloriosas potestades angélicas y, en su debilidad humana, no pudo contemplar el rostro de Dios.

„Da sprach Gott zu Michael – so fährt das Henoch-Buch weiter fort -: Nimm Henoch und ziehe ihm die irdischen Kleider aus. Salbe ihn mit lindem Öl und kleide ihn in Gewänder der Glorie! Und Michael zog mir meine Gewänder aus und salbte mich mit lindem Öl, und dieses Öl war mehr als strahlendes Licht… Sein Glanz glich den Sonnenstrahlen. Als ich mich besah, war ich wie einer der Glorreichen“

«Entonces — prosigue el libro de Henoc — Dios dijo a Miguel: “Toma a Henoc y quítale sus ropas terrenas. Úngelo con óleo suave y revístelo con vestiduras de gloria”. Y Miguel quitó mis vestidos, me ungió con óleo suave, y este óleo era más que una luz radiante... Su esplendor se parecía a los rayos del sol. Cuando me miré, me di cuenta de que era como uno de los seres gloriosos» (Ph. Rech, Inbild des Kosmos, II 524).

Acta Benedicti Pp. XVI, Homiliae I, In sancta nocte VigiliaePaschalis (Die 3 Aprilis 2010). Acta Apostolicae Sedis 102 [2010], n. 5, pp. 272-276: versio hispanica.


3 jun 2017

Re-cordar es llevar en el corazón


Re-cordar es llevar en el corazón

«… la memoria es importante, porque nos permite permanecer en el amor, re-cordar, es decir, llevar en el corazón, no olvidar que nos ama y que estamos llamados a amar. Sin embargo esta facultad única, que el Señor nos ha dado, está hoy más bien debilitada. En el frenesí en el que estamos inmersos, son muchas personas y acontecimientos que parecen como si pasaran por nuestra vida sin dejar rastro. Se pasa página rápidamente, hambrientos de novedad, pero pobres de recuerdos. Así, eliminando los recuerdos y viviendo al instante, se corre el peligro de permanecer en lo superficial, en la moda del momento, sin ir al fondo, sin esa dimensión que nos recuerda quiénes somos y de dónde venimos. Entonces la vida exterior se fragmenta y la interior se vuelve inerte».

SANTO PADRE FRANCISCO, Homilía en la Santa Misa y Procesión Eucarística en la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (18 Jun. 2017)

4 abr 2017

Et sicut Moyses exaltavit serpentem in deserto



Et sicut Moyses exaltavit serpentem in deserto

«De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto».

“Et sicut Moyses exaltavit serpentem in deserto, ita exaltari oportet Filium hominis”.

Evangelium secundum Ioannem 3, 14.

«Muchos morían en el desierto por las mordeduras de las serpientes. Y por ello Moisés, por orden de Dios, levantó en alto una serpiente de bronce en el desierto; cuantos miraban a ésta, quedaban curados en el acto. La serpiente levantada representa la muerte de Cristo, de la misma manera que el efecto se significa por la causa eficiente. La muerte había venido por medio de la serpiente, la que indujo al hombre al pecado por el cual había de morir; mas el Señor, aun cuando en su carne no había recibido el pecado, que era como el veneno de la serpiente, había recibido la muerte, para que hubiese pena sin culpa en la semejanza de la carne del pecado, por lo cual en esta misma carne se paga la pena y la culpa».

“Serpentum enim incursibus in deserto multi moriebantur; ac sic Moyses ex praecepto domini exaltavit in deserto aeneum serpentem: hunc videntes sanabantur continuo. Exaltatus serpens est mors Christi, eo significandi modo quo per efficientem id quod efficitur significatur. A serpente quippe mors venit, qui peccatum, quo mori meretur, homini persuasit; dominus autem in carnem suam non peccatum transtulit tamquam venenum serpentis, sed mortem, ut esset in similitudine carnis peccati poena sine culpa; unde in carne peccati et poena solveretur et culpa”.

San Agustín, De peccat. mer. et remiss. cap. 32.

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1 abr 2017

¡Buen Camino, Pascual!



En la muerte de Pascual Tamburri Bariain


Fernando José Vaquero Oroquieta, 

Ha muerto Pascual Tamburri Bariain.

Intelectual de vocación medievalista; investigador del Colegio Español de Bolonia.

Docente ejemplar y guía de los jóvenes de nuestro tiempo convulso.

Patriota navarro y español fiel a sus raíces italianas y olitenses.

Firme en sus principios, trabajador incansable al servicio de los ideales, delicado en el trato con todo tipo de personas.

Su sonrisa permanente acogía cualquier espíritu desasosegado.

Columnista infatigable y polemista, sus críticas de libros desplegaban una pequeña parte de su formidable caudal y sed de conocimientos. Miles de crónicas cargadas de sentido común y bonhomía.

Amigo leal, el honor no le permitía su abandono.

Ha muerto joven, paladeando la vida desde nuestra Navarra, como Ángel María Pascual.

El Misterio lo ha reclamado en el corazón de la Europa que siempre amó.

Desde la Roma eterna nos acompañará en nuestra lucha por la Navarra española que tanto amó y la Europa fiel a su destino por la que vivió.

Requiescat in Pace,
et Lux Perpetua luceat ei.

Fernando, discípulo y amigo

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Oración por los difuntos (tradición bizantina)

Dios de los espíritus y de toda carne, / que sepultaste la muerte, / venciste al demonio / y diste la vida al mundo. / Tú, Señor, concede al alma / de tu difunto siervo Pascual, / el descanso en un lugar luminoso, / en un oasis, en un lugar de frescura, / lejos de todo sufrimiento, / dolor o lamento.

Perdona las culpas por él cometidas / de pensamiento, palabra y obra, / Dios de bondad y misericordia; / puesto que no hay hombre / que viva y no peque, / ya que Tú sólo eres Perfecto / y tu Justicia es justicia eterna / y tu Palabra es la Verdad.

Tú eres la Resurrección, / la Vida y el descanso del difunto, / tu siervo Pascual.

Oh Cristo Dios nuestro. / Te glorificamos junto con el Padre / no engendrado / y con tu santísimo, bueno / y vivificante Espíritu.

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Pascual Tamburri Bariain ¡¡PRESENTE!!

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12 mar 2017

El hombre de hoy considerado como "recurso"



En pleno tiempo penitencial, nos obsequiaba InfoCatólica el pasado 11 Mar. 2017 (sábado de las Cuatro Témporas de Cuaresma [MR 1962] / sábado de la I Semana de Cuaresma [MR 2008]), con el artículo "STEVE MOSHER, PRESIDENTE DEL «POPULATION RESEARCH INSTITUTE»", en el que se nos alecciona que "El líder pro-vida reacciona ante defensores del control de la población y el aborto que hablan en la conferencia del Vaticano" y se nos ilustra que "«Estoy sin palabras» afirma líder provida".

En el cuerpo del artículo InfoCatólica parece hacer suya la afirmación de Mosher según la cual Mons. Marcelo Sánchez Sorondo, Canciller de la Pontificia Academia de Ciencias y la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, «no tiene idea de cómo se debe ejecutar una economía. No tiene idea de que una próspera economía de mercado libre necesita gente, y que la gente es el recurso último - el recurso del que uno no puede prescindir»...

Desgraciadamente este comportamiento ya no causa sorpresa en un medio cuyos artículos hacen befa de la sangre congoleña (Bruno Moreno, 10 Mar. 17) o "de la indefensión en que viven los inmigrantes" (Pedro Luis Llera, 11 Mar. 17), auténticos "pecados que claman al cielo" como nos recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1867.

InfoCatólica añade que según Mosher, "esta conferencia [del Vaticano] «nos lleva muy lejos de los puntos de vista del Papa Juan Pablo II y las opiniones del Papa Benedicto»". 

Detengámonos a examinar cuál es en realidad el magisterio (que no punto de vista u opinión), de Benedicto XVI al respecto, y formemos un juicio sobre quién se aleja más de él:

EL HOMBRE DE HOY ES CONSIDERADO EN CLAVE BIOLÓGICA O COMO "CAPITAL HUMANO", "RECURSO", PARTE DE UN ENGRANAJE PRODUCTIVO Y FINANCIERO QUE LO SUPERA

Ciudad del Vaticano, 03 Dic. 2012 (VIS).- El Santo Padre ha recibido hoy a la Plenaria del Pontificio Consejo Justicia y Paz, y les ha dirigido un Discurso.

El hombre de hoy, afirmó Benedicto XVI, "es considerado en clave predominantemente biológica o como "capital humano", "recurso", parte de un engranaje productivo y financiero que lo supera. Si, por un lado se sigue proclamando la dignidad de la persona, por otro nuevas ideologías - como la hedonista y egoísta de los derechos sexuales y reproductivos o la de un capitalismo financiero sin límites, que prevalece sobre la política y deconstruye la economía real - ayudan a considerar el empleado y su trabajo como bienes "menores" y a socavar los fundamentos naturales de la sociedad, especialmente la familia. 

En realidad, el ser humano es constitutivamente trascendente respecto a los demás seres y bienes terrenales, y goza de una verdadera primacía que lo hace responsable de sí mismo y de la creación. Para el cristianismo, el trabajo es un bien fundamental del hombre, en vista de su personalización, su socialización, la formación de una familia, la contribución al bien común y a la paz. Por este motivo, el objetivo del acceso al trabajo para todos es siempre una prioridad, incluso en tiempos de recesión económica".

"De una nueva evangelización de lo social, continuó el Santo Padre, puede derivar un nuevo humanismo y un compromiso renovado cultural y proyectual". La nueva evangelización "ayuda a destronar a los ídolos modernos, a reemplazar el individualismo, el consumismo materialista y la tecnocracia con la cultura de la fraternidad y la gratuidad, del amor solidario. Jesucristo resume y da cumplimiento a los preceptos con un mandamiento nuevo: "[Ut diligatis invicem; sicut dilexi vos, ut et vos diligatis invicem] Como yo os he amado, amaos también unos a otros" (Io 13, 34), y aquí está el secreto de toda vida social plenamente humana y pacífica, así como de la renovación de la política y de las instituciones nacionales y mundiales.

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Hasta aquí el Papa Benedicto XVI. Parafraseando a un santo canonizado el siglo pasado, cuando bullen estas gentes, "haciendo cabeza" de manifestaciones de info-ortodoxia, se sienten ganas de decirles:

¡Por favor, tengan la bondad de ser menos católicos!


23 ene 2017

El tesoro de la Iglesia puede dar sorpresas




Traemos aquí el escrito de El brigante, para así también nosotros cooperar a la pacificación de la Iglesia consigo misma, con su memoria común. A quienes sobre el matrimonio declaran fidelidad a unas presuntas 'inmutables' enseñanzas de la Iglesia, a unas supuestas 'nunca interrumpidas' disciplinas anejas, debe quedar bien claro que no se puede congelar la autoridad magisterial de la Iglesia al año 1981.

El tesoro de la Iglesia puede dar sorpresas
(El brigante, 23 Ene. 2017)

“Platón es mi amigo, pero más amiga es la verdad”. Si alguna vez Aristóteles pronunció esta frase, poco importa. Se non è vero, è ben trovato. Es una sentencia irisada, digna de meditación. A veces, uno se encuentra en una situación en la que adivina las razones (de la razón o del corazón) que mueven a los próximos y, a pesar de ello, tiene que perseguir una pista diferente. Eso es lo que me sucede hoy con tantos amigos que se sienten confundidos en relación a la disciplina que introduce la exhortación apostólica Amoris lætitia y que conciben sombríos vaticinios sobre la suerte de la Iglesia. Con tono cordial –mi historia de excesos es mi mejor maestra– me atrevo a brindar aquí lo que ya he compartido en otros ámbitos y con otros amigos. Porque también conmigo lo han compartido y creo que es mi deber contribuir a apaciguar los ánimos entre los cristianos.

Uno de los procesos que han operado esta angustia en muchas personas ha consistido en interpretar que Amoris lætitia contiene una contradicción insalvable, de resultados fatales para la fe y para la vida de fe. Quienes así piensan consideran que es imposible sostener a un tiempo la doctrina evangélica y tradicional sobre el matrimonio (tal como se recoge en Amoris lætitia) y la posibilidad que abre la nota 351 de que las personas que están en una situación que contradice esa enseñanza puedan recibir la comunión o el perdón sacramental. Se afirma, insistentemente, que esta nueva praxis supone una innovación radical en la disciplina que siempre se había tenido en la Iglesia. Lo que sugiero es que consideremos la posibilidad de que los aspectos doctrinales implicados en la que parece ser la nueva disciplina de la nota 351 de Amoris lætitia no sean una innovación tan radical en la historia de la Iglesia. Para eso, tendré en cuenta el concilio de Elvira. No es un documento insignificante ni menor. Se trata de la primera regulación disciplinar del matrimonio canónico de la que conservamos noticia. Su canon noveno dice:

Prohíbase casarse a la mujer cristiana que haya abandonado al marido cristiano adúltero y se casa con otro [y quiera casarse con otro]. Si se hubiere casado, que no reciba la comunión antes de que hubiere muerto el marido abandonado, a no ser que la necesidad de la debilidad (infirmitatis) forzare a dársela.

La nota 351 de Amoris lætitia afirma, en relación con quienes hayan incurrido en adulterio:

En ciertos casos, podría ser también la ayuda de los sacramentos. Por eso, «a los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser una sala de torturas sino el lugar de la misericordia del Señor»… Igualmente destaco que la Eucaristía «no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles».

Ambos textos se refieren a situaciones diversas, de eso no cabe duda. La cuestión es si las dificultades teológicas que se han planteado a la praxis de la nota 351 no alcanzarían igualmente al canon 9.

Empezaré por los “sed contra”. Se me ha objetado que estamos ante escenarios radicalmente diferentes: el canon noveno estaría regulando el caso en que la adúltera se encontrase en peligro de muerte y se supone que la comunión se le administra previo arrepentimiento y propósito de enmienda de su pecado; en cambio, la praxis de la nota 351 no requiere ni periculum mortis ni propósito de dejar la situación adulterina.

La objeción se funda, pues, en dos argumentos. Replicaré la falta de consistencia de cada uno de ellos en virtud, en ambos casos, de razones hermenéuticas derivadas del propio contexto del documento y de razones que se extraen del sentido intrínseco de las palabras del canon.

El primero de los argumentos afirma que el canon nueve de Elvira trata exclusivamente de la persona adúltera que se encuentra en peligro próximo de muerte. Es interesante esclarecer este punto, a pesar de que, en sí mismo, no fundaría una impugnación radical de la semejanza de razón teológica entre ambas normas.

En razón del contexto se advierte que no es posible interpretar el caso previsto en este canon como limitado al articulum mortis. Los cánones penales del concilio de Elvira asocian a determinados delitos la pena de privación de la comunión sacramental y la mayoría de ellos prevén cómo debe actuarse en caso de proximidad de la muerte. Sin excepción, en todos esos casos –ya sea para permitir o para seguir prohibiendo la administración de la comunión– el concilio utiliza, para referirse a la proximidad de la muerte, siempre y exclusivamente, la expresión “el final”. “Que al final se le dé la comunión” o bien “que ni al final se le dé la comunión”. En el canon nueve no se menciona “el final”. En su lugar habla de una situación de endeblez, de debilidad. El tono rigorista de todo el sínodo hace indicar que ha de ser una razón grave, pero de ningún modo puede interpretarse como una mención limitada a la proximidad de la muerte.

Pero, además de por el contexto, no es posible interpretar que el canon nueve habla exclusivamente de los casos postreros porque el propio texto del canon es elocuente en sentido contrario. Está redactado como una frase compuesta. La frase principal establece una norma general, que se aplica a unos casos (estando vivo el marido abandonado, que no se dé la comunión a la mujer adúltera) y la frase subordinada, una excepción, dentro de esos mismos casos (una debilidad tal que obligue a dársela). La excepción se refiere, pues, al discernimiento prudencial de una circunstancia que cae dentro del tipo descrito: no establece otro tipo o caso.

El segundo argumento que se esgrime contra la analogía teológica entre ambas praxis es de mayor calado, aunque resulte todavía menos sostenible. Se entiende así –implícitamente– que el canon levanta la prohibición de la comunión a la infirma adúltera, solo si ella se ha arrepentido y tiene propósito de corregir su situación desordenada. De nuevo, el contexto despeja la sospecha. Los cánones más severos de Elvira no prevén que la eventualidad del arrepentimiento tenga ninguna incidencia en la pena. Cuando se establece que “ni al final se le administre la comunión” al transgresor, estamos ante normas que no proveen ninguna mitigación, con independencia de que medie o no arrepentimiento y penitencia (tal es el caso del canon ocho, que recoge un caso semejante al del nueve, con la diferencia de que la mujer en esta ocasión abandona al marido sin causa, nulla præcedente causa). Hay otros casos en los que el canon sí prevé una mitigación o simplemente un plazo de vigencia del castigo. En tales casos, sí que señala explícitamente la penitencia o cuánto tiempo ha de durar la abstinencia de la conducta prohibida antes de que se levante la pena. Así, los que habiendo sido flámines se hacen catecúmenos, una vez que lleven tres años sin sacrificar pueden ser admitidos al bautismo; la mujer que mata a su esclava, tras siete o cinco años –según el caso– y cumplida la legítima penitencia, puede ser admitida a la comunión. En estos y otros casos similares, los cánones que prevén el levantamiento de la pena exigen “acta legitima pœnitentia”, o bien que se vea que se ha corregido (“ut correptus esse videatur”). El canon noveno tiene un enunciado completamente diferente del resto. Si de nuevo nos fijamos en el sentido de la redacción de esta norma, advertimos que también aquí se indica la condición para levantar la pena que correspondería al tipo descrito, pero no sólo no hay mención de penitencia o de arrepentimiento, sino que esa condición se cumple con la verificación de una debilidad tal que fuerce (compulo) a darle la comunión. Es la flaqueza la que genera la obligación de levantar la pena, no la penitencia. De haber sido la penitencia, lo razonable por el contexto es que se indicara, cosa que no sucede. Pero lo que resulta dirimente es que en tal caso no tendría sentido hablar de que es la debilidad la que fuerza la administración de la comunión. En ningún otro caso se recurre a un verbo tan imperativo.

Las objeciones, por lo tanto, a la consideración de la analogía teológica entre la disciplina del canon noveno de Elvira y la nota 351 de Amoris lætitia no parecen consistentes. Por lo tanto, ahora estamos en mejores condiciones de advertir esa semejanza profunda entre ambas praxis. En las dos se sanciona como contrario a la voluntad de Dios el adulterio, que es considerado un desorden grave. Pero en las dos se admite que, en algún caso (no automáticamente), sea posible armonizar esta situación objetiva de desorden con una disposición subjetiva suficiente para recibir provechosamente la comunión sacramental.

No pretendo ir más lejos. Quedan muchas dificultades por aclarar, en los órdenes teológico y sacramental. Aquí tan sólo me propongo compartir esta reflexión con los cristianos atribulados, para que puedan considerar si realmente la famosa nota 351 es, en sí misma, una novedad tan radical en la historia de la Iglesia.

José Antonio Ullate Fabo

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